18 abril 2024
La Furia

“Novus Hominem”

Casi al final de su vida, el filósofo Herbert Marcuse descubrió con cierta desazón, que estuvo defendiendo una utopía. Pretendía una sociedad nueva donde un hombre nuevo, pudiera vivir feliz salvando los vicios y las injusticias del capitalismo. Su propósito se desvaneció al darse cuenta muy a su pesar, de que para construir una sociedad nueva, previamente son necesarios hombres nuevos y que esos hombres nuevos, solo se pueden encontrar dentro de una sociedad nueva. Es decir, que para que aquello ocurriese, los hombres nuevos y la sociedad nueva deberían de eclosionar y mimetizarse al mismo tiempo; algo que parece metafísicamente improbable salvo, que aconteciese un milagro o una hecatombe de dimensiones bíblicas.

Como decía Gómez de la Serna en una de sus líricas greguerías: “Si no hubiese luna los ríos equivocarían su curso”. Espero que la luna ilumine los pensamientos de Florentino, que tenga el acierto de traer hombres nuevos que puedan crear una sociedad nueva para que los madridistas, seamos felices.

Los españoles son dados a confiar en los milagros, es algo que les viene de lejos. A Carlos II, el Hechizado, le acostaban al lado de la momia de San Isidro. La reina Isabel II, conocida por la de los Tristes Destinos, o la Reina Castiza, se dejaba aconsejar en sus decisiones políticas por sor Patrocinio, una monja cuyas visiones místicas le producían llagas por el cuerpo. Se cuenta que Franco viajaba a todas partes con el brazo incorrupto de Santa Teresa. Las quimeras más absurdas siempre han contado con entusiastas seguidores. Somos la nación del tocomocho y la estampita, persiste esa convicción colectiva de que nos va a tocar la primitiva. El Conde de Aranda que fue quien introdujo la lotería siendo ministro de Carlos III, comentaba a sus allegados con una sonrisilla mefistofélica que era un impuesto a la estupidez humana. Se suele decir de los españoles que son poco previsores, que piensan aparecerá su ángel de la guarda en el momento justo que lo necesiten a destensar la soga.

In the Garden en su incansable peregrinaje que no busca el cuerno de la abundancia sino la verdad, tantas veces manipulada, y que acaba de descubrir sorprendido que escribe en prosa, hoy tenía para elegir dos opciones. La primera: envolverse en una sábana de color azafrán y sentado sobre su alfombra bizantina, dedicarse a meditar. La segunda: contar alguna batallita y esperar. ¡Agua va!

La línea que separa la epopeya de la mamarrachada es muy delgada, todos los héroes buscan a su Homero. De los muchos sucesos trágicos que protagonizó “la Guerra de Marruecos”, hay uno que cuenta que un coronel, antes de lanzar un ataque a la bayoneta, se subió en lo alto de un armón de artillería para arengar a la tropa. Les dijo: “¡Soldados, si avanzo seguidme, si vacilo empujadme, si retrocedo matadme!”. Al pobre e intrépido coronel lo liquidaron al resultar algo corto y quedar rezagado frente al mortal fuego enemigo.

Esperemos que el archiduque y su valido Sánchez, no tengan hasta el último día al populacho en ascuas intentando pescar un pez espada, y se haya de conformar con una lata de sardinas de setenta gramos. Es necesario que lleguen hombres nuevos para construir una sociedad nueva que ilusione. Excelencia, ¡corra!, ¡aprisa!, el vulgo tienen hambre porque las tripas están vacías. “Un ejército anda al ritmo de lo que come”.

El barón acaba de enviar a la dulce molinera una galante carta en la que ha garabateado algunas chuminadas de dudoso gusto. La ilustró con unas cuantas cursiladas que provocaron las risotadas de Alessio, su criado. Le encargó que se la hiciera llegar en mano hasta el molino evitando a su padre, que es más bruto que un arado, capaz de romperle todos los huesos al más pintado. Y, el porqué las carcajadas de su criado. Porque las musas han abandonado a nuestro galante caballero y ha escrito cosas tan estúpidas como, ¡ejem!, “primorosa clavelina”… o vulgaridades tales como: “mi boquita de pitiminí”. Un desastre sin paliativo.

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